Mitos y leyendas

Muchos son los Mitos y Leyendas en Tucuman y en el Norte Argentino que merecen mencionarse, ya que forman parte del folklore de nuestra tierra. Son relatos de paisanos del campo que fueron transmitiendose a traves de generaciones.


EL FAMILIAR


La principal actividad económica de Tucumán es la industria azucarera. En relación con esta actividad se difundió una de las leyendas más conocidas en el norte argentino. Se trata de El Familiar, que en la provincia se lo conoce como un feroz y enorme perro negro sin cabeza que arrastra una pesada cadena y que por las noches se pasea en medio de los cañaverales. Se dice que los dueños de los ingenios, realizaban un contrato con el Diablo por el cual éste podía comerse unos cuantos peones para que la industria tenga un año próspero. La forma de contrarrestar su ataque es con un rosario, una cruz, un puñal y mucha valentía o Fe. Hoy en día, se llama el Familiar, a un capataz odiado o un jefe de sección arbitrario.


LEYENDA DEL CARDÓN


Los Ay Maras cuentan que Kewayl Amatua amaba a Pascana. El amor que se tenían era inmenso, pero a pesar de ello no podían estar juntos. Una pelea de caciques los había separado en dos bandos. El amor era tal, que una noche decidieron fugarse. Pero era imposible, ya que adonde iban los perseguían los guerreros de las tribus para evitar que estén juntos. Así, rogaron al diablo para que los escondiera, pero éste pedía mucho a cambio: volverlos invisible a cambio de sus almas. Ellos siguieron escapando. Pascana entonces le rezo a la pachamama y la madre tierra la escuchó. Primero tomo a Kewayl y lo convirtió en cardón y en su interior puso a Pascana con la orden de nunca salir de ahí. Es así que el cardón crece fuerte y espinoso para proteger a su amada. Lo que no pudo evitar, es que Pascana salga en forma de flor para bañarse bajo el sol.


LEYENDA DEL COQUENA


La leyenda se remonta a las viejas tradiciones del imperio Inca. Es el hijo de la madre tierra, llamado también el mago Coquena, guardián de los duendes de abras y bosques. Los relatos de sus apariciones son escasos pero nadie duda de su presencia. Es un hombrecito retacón, viste un poncho de vivos colores, un gorro andino, y masca permanentemente coca. Cambia su poncho todos los años para el carnaval y entierra el viejo donde tiene su tesoro escondido. Tiene poderes sobrenaturales. Es capaz de hacer dormir, despeñar y hasta encontrar la miseria y la muerte. Se cuenta que al encontrar a un cazador de Tilcara que había sacrificado muchas vicuñas, le dio gran cantidad de plata para que abandone esta ocupación. El cazador contó este episodio a un indio quien quiso imitarlo matando gran cantidad de vicuñas. Sin embargo, Coquena respondió con ira aprisionando al codicioso y lo condenó a pastorear ganado perpetuamente.


LEYENDAS DE LOS VALLES


Son muchas las leyendas, mitos y supersticiones del hombre de los valles y cerros, que van transmitiéndose de generación en generación. La Luz Mala, es una luz que aparece en las quebradas de los cerros tucumanos y genera temor en los pobladores ya que estaría relacionada con un alma en pena y tendría consecuencias malignas. Esta luz se produce por gases que emanan de objetos enterrados en alguna época determinada; quienes cavaron para descubrir de dónde viene la luz, encontraron objetos de metal, huesos o urnas con restos humanos, pero el temor a este gas mortal mantiene a los curiosos alejados.


En los relatos de los pobladores cerreños el que más aparece es el duende, travieso personaje de la región al que describen como un hombrecito pequeño con un sombrero alto, tan grande que oculta su rostro. Los caminantes de los cerros lo llaman ``el sombrerudo´´.


LEYENDA DEL CASTILLO DEL CASTORAL


El salón blanco de la Casa de Gobierno de Tucumán, es el salón más importante de esta sede. Hay quienes aseguran que las luces que se encuentran en este salón pertenecían al Salón de Fiestas del Castillo ``El Castoral´´. Este castillo, actualmente en ruinas, está ubicado en las afueras de Simoca, a orillas del Río Salí, data de 1913 y fue construido por el alemán, Otto Ruckaeberle. El castillo recibió el nombre de el Castoral, ya que allí se cultivaba el castor de cuyas semillas se extraía un aceite tipo industrial, que el alemán comercializaba en Europa. La leyenda cuenta que fue una mujer francesa muy hermosa quien le pidió al alemán la construcción de esta propiedad como prueba de su amor. En su época de esplendor los dueños del castillo ofrecían fiestas en las que predominaban el licor, las mujeres y la música.


Luego de unos años el europeo desapareció cuando aquella dama, decepcionada con la vida en los campos subtropicales sudamericanos, lo abandonó.